miércoles, 11 de noviembre de 2009

SILVIO, EN EL CORAZON

Bonito artículo en el blog de Pérez-Ventana. Trascribo a continuación pero recomiendo que pinchéis en el enlace para verlo:

http://www.perezventana.es/BLOG/Entradas/2009/7/29_silvio,_en_el_corazon.html

"La primera entrada
de mi blog es para Silvio. Para Silvio Fernández Melgarejo, por
supuesto. Mi Silvio. El que aparece en mi tarjeta de visita. El que me
hablaba del Sevilla Fútbol Club en las entrevistas para El Correo de
Andalucía. Yo le daba pie a ello, claro. El que sigo escuchando a
diario en el iTunes. El artista más genuino y entrañable que jamás pisó
las calles de Sevilla, ahora adornando una calle de Los Remedios y
todo. El que siempre llevaré en mi corazón.

Ante
todo me interesaba su persona, su figura, su garbo, su ingenio. También
su música: rocanrol clasicote, políglota y señorial. Podría recordar en
estas líneas las geniales ocurrencias que entregó al mundo a través de
los micrófonos de Quintero, Correal, Valenzuela o del mismo servidor de
ustedes, entre tantos periodistas que tuvieron la dicha de
interrogarle, pues era la entrevista soñada, el palique perfecto. No,
mejor narraré lo mismo que conté esta primavera en el ciclo que albergó
el Fórum de la Fnac, tres jornadas que ensalzaron su memoria ocho años
después de que dejara huérfano el rockerío hispalense. Y digo bien,
porque si en los 80 y los 90 vibrábamos con Dogo y los Mercenarios,
Baldomero Torre y sus Cuchillos Afilados, Tiernos Mancebos, Dulce
Venganza, Loscomotoras, Caledonia Blues Band, etc., ¿quién nos hace
ahora estremecer? Difícil papeleta para un tipo al que no le gusta el
rap, como es mi caso.

Pues
tengo tres anécdotas. Una. El primer fin de semana que salí con Pilar,
mi esposa y madre de mis hijos, la llevé a un concierto de Silvio en la
caseta municipal de Alcalá de Guadaíra. Corría el año 89. En un momento
dado, la dama me mostró su contrariedad. Mi mirada fue tal que ella
asintió y desde entonces pareció llevar el ritmo de las caderas del
maestro, pese a su estado chisposo. Del artista, se entiende. Y es que
debió comprender que si quería establecer unos sólidos cimientos en la
recién estrenada relación había asuntos que no debía cuestionar. Dos.
La semana de mi boda fue la del fallecimiento de Silvio. Hay que
joderse. En Riviera Maya andaba yo más pendiente del entierro del mito
que de los tiros en Afganistán. Y tres. En la primavera de 2005 se
presentó en la sede de la Fundación Lara la reedición de la biografía
de Silvio, «Vengo buscando pelea», de Alfredo Valenzuela y Pive Amador.
Aquella mañana, sin comerlo ni beberlo, acordé la edición en semejante
editorial de mi primer libro. Y es que Silvio siempre fue el mejor
cauce.

De ese
libro que citaba me quedo con la frase de Valenzuela: «Tiene estilo,
siempre llevó corbata y nunca necesitó un reloj». Genial. Menos mal que
alguien escribió aquella biografía, que un cineasta le hizo un
documental a la altura –«A la diestra del cielo»– y que Pive reunió el
más fantástico cancionero que jamás defendió Don Silvio, el de
«Fantasía Occidental». Todo ello ha engrandecido la leyenda. Como Dios
manda.

«Esta
mañana estaba yo en Los Remedios –me contaba Silvio, trianero,
cuarterón gitano y ex millonario, para El Correo de Andalucía en julio
de 1995–, llegan dos amigos y me dicen: vámonos para Sevilla. Ah, pero
¿Los Remedios no es Sevilla?, pregunto yo. Y me contestan: no, hay que
atravesar el puente. Cogimos un taxi y nos fuimos a la Plaza del
Salvador, y allí había más gente que palomas». No le pregunté eso, pero
era justo lo que quería oír. Ahí estaba el señor.
"

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